La Margarita nace, ¡Virgen! (Oda a la mujer)

Historia de uno de estos días.

Alguna vez, conocí una mujer cuyo aroma era congruente desde las piernas; y hasta sus senos (-¡Que muy voluptuosos!) no gozaban en capacidad para dar mesura de tanta esencia; cual margarita, que aun naciendo virgen, su margen de nueva vida no reprime su contexto sexual; por eso, tal botón; aunque primera vez en maniobra, se encuentra diligente y activo, a disposición para el trajín de la naturaleza (-Como pocas flores; logra comprometer tanto a la abeja obrera, hasta cambiarle el zumbar de manera evidente; por caer en cuenta de su presencia). No me gustan las segundas ocasiones, porque en cualquier caso son primera vez; ¿De cuando el hoy, por más que se parezca al ayer, retiene igual al vivir que ha pasado? Pero si hubo quien me despertara durante el pasado en retroceso, mal llamado futuro (-Por esa zozobra de incertidumbre qué camufla la realidad inmediatamente aledaña al sueño efímero del presente, que si bien es correcta su alusión; no se le denomina regalo u obsequio por no jugar sobre la membrana suave y ligera que es el contexto de la vida humana; por respeto) Fue ella misma, quien me cuestionaba la duda que como constante fija la aquejaba, molestia añadida a su diario desde el desarrollo fino, delicado y femenino: Alegre como inquieta, tal vez por mi estorbo de ser hombre; o siendo cierto y por lo que fuera, particularmente yo le estorbaba; en cualquier caso volvía en ella; a obnubilarse en su propia quimera de conocimiento; de saber una máxima que cegaba en blanco su vida; de conocerse a sí misma, "De resolver si sus ancas comenzaban en sus caderas, o si nacían con sus pensamientos"... por ser ella quien fue (-Y que sigue siendo), la misma duda me llenaba, hasta no querer salirme de su dependencia sin cobrar una solución; o acabarme intentándolo. Por fortuna, las sinergias supieron el donde y para qué las mamas (- De donde me afianzaba en cada uno de estos ratos, no más por el hecho  verídico de la gravedad adjunta a los cuerpos) subordinadas de una matriz gerencial, que empodera el llamado ciclo femenino; adicción del universo como cualquier ciclo vital, natural y obligatorio. Quienes, en conjunto unitario ofrecen al cobarde la excusa para un fracaso victorioso, o en mi caso como a manzana podrida, la oportunidad indolente y funesta para recibir un atropello de realidad, de impacto directo a la sabiduría: De ponerle ojos al yo efímero para ver nada en mi (-Privilegio de mi esmero, fue enmarcar lo dicho como auténtico, comprobado por presenciar a un Todo; y percibir lo que Todo me hizo)... 

Me gustaría contar aquí el fin, pero entonces con qué criterio luzco un alias como adorador, querido, amante; ¡Galán!: